domingo, 16 de enero de 2011

Brindis por él

Ayer recibí un mail de mi hermano. Bendito sea… Trasteando por la red encontró algo que resultó ser todo un hallazgo y todo un orgullo: El abuelo Teodoro, mi querido abuelo al que me unían profundos lazos de cariño, recibió allá por el lejano año 1969 la medalla a la fidelidad en el trabajo tras cincuenta años de dedicación educada, correcta y responsable a su oficio de interventor de aquellos viejos trenes que muchos no conocimos. Sus nietos, nacidos en esas fechas y aún posteriormente, como es mi caso, nada sabíamos del asunto. Nunca lo mencionó. Nunca se comentó en aquella casa, ni en la nuestra… Quedó el hecho en el desván del recuerdo y de la modestia... Porque, conociendo al abuelo, aquello no era algo de lo que presumir, sino algo a guardar en la billetera de la satisfacción personal que siempre queda en lo profundo del cajón de la mesilla… Toda una vida de trabajo reconocida y oculta… Con emoción brindé por él, brindamos por él y con él, que estará esbozando esa sonrisa tan suya en el cielo… Veinte años y medio después de su muerte vuelve a darme otra de sus sencillas lecciones, siempre calladas, pacientes, cariñosas… Y me emociono… Gracias, abuelo ¡brindo por ti!

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