jueves, 21 de julio de 2011

Para echarse a temblar

Ayer leía en prensa uno de esos sesudos estudios elaborados por una Universidad española. Al contrario que otras irrisorias elaboraciones pseudo-científicas, ésta llamó mi atención. Verán, se trataba de un estudio realizado en base a unos dos mil universitarios españoles. En él se hacían preguntas de cultura general, de la que debe ser asimilada en la educación secundaria y casi en el contagio diario… ¡Pardiez! ¡Resultado positivo, seguro!... Pues, contra pronóstico, resultó todo lo contrario… ¡Échense las manos a la cabeza, por favor! Un ochenta por ciento de los universitarios cometen faltas de ortografía significativas. La mayoría son incapaces de nombrar dos premios nobel españoles o de situar algunas capitales de provincias de nuestro territorio patrio. Y, para guinda, entre otros muchos ítems, bastantes no saben el año del descubrimiento de América. ¡Dios nos asista!... La mayor parte de los errores tiene que ver con materias afines a le lengua española. ¡Horror!... ¿Cómo se les queda el cuerpo? Pues esa misma sensación tuve y tengo yo…
Recordé, al hilo del artículo de marras, otra noticia de prensa aparecida no hace muchos días y que venía a decir que los españoles cada vez leemos menos… El veintisiete por ciento se declaran lectores habituales –leen todos o casi todos los días- (permítanme ser escéptico a esta cifra). Y desde ahí la hecatombe… el cuarenta y tres por ciento no lee nunca o casi nunca ¡Temblemos! El cinco por ciento lo hace alguna vez al trimestre, o sea “nunca”. El ocho por ciento leen alguna vez al mes ¿Eso es leer? Y el dieciséis restante lee una o dos veces a la semana… En definitiva, estamos hablando de más de un cincuenta por ciento y casi un sesenta de pobladores de nuestro país que sencillamente no leen. ¿Qué podemos esperar de semejante situación?
Sigamos con los estudios: En las pruebas que miden las capacidades básicas de nuestros alumnos de quince años, la referente a las destrezas lectoras, es decir, las que miden la capacidad de un individuo para entender, emplear y reflexionar sobre textos escritos para alcanzar sus objetivos, desarrollar su conocimiento y potencial, y participar en la sociedad –ahí es nada-, arrojaba el siguiente resultado: Estamos en el puesto catorce de diecinueve en el baremos de países participantes. Concretando, el veinticinco por ciento de nuestros alumnos de quince años muestran una destreza lectora adecuada; el setenta y cinco por ciento restante tienen dificultades de diverso grado, habiendo un veintitrés por ciento con muy serias dificultades en lectura. Es como para estar al borde de un ataque, ¿No creen?
Traigamos el estoque, después de lo dicho. En una de nuestras autonomías patrias, uno de esos politicastros que no nos merecemos, chupóptero y marisabidillo él, salía ante la prensa ufano y crecido a dar buenos resultados… Se trataba de un alto representante de la educación autonómica que enarbolaba como acierto de partido, extensible al sentimiento regional propio, la mejora en resultados académicos. Y es que el índice de fracaso escolar había bajado después de varios años. Hasta aquí algo para enorgullecerse, sin duda. El problema llegó cuando el soplagaitas de turno enarboló las cifras… El veintinueve con mucho por ciento no supera la Educación Secundaria Obligatoria. La victoria es que habíamos bajado del treinta por ciento… ¿Cómo? ¿Se ríen?... Casi treinta de cada cien alumnos no superan la Educación Secundaria y eso es una victoria… Y los que pasan no saben hacer la o con un canuto, tienen faltas de ortografía a tutti pleni, no saben las capitales de provincias, leen nunca o casi nunca, pero mejora nuestro fracaso escolar… Para echarse a temblar o para partirse de risa, no sé cuál es la mejor opción… Lo que sí sé es que estamos generando un país de incultos, de analfabetos lleno de generaciones preparadas con las mayores lagunas de la historia y todos nos quedamos tan contentos… Pues como no espabilemos y le metamos mano a ésto, mal futuro nos espera… Mientras, sigamos aguantando a politicastros que nos engañan como a chinos, porque no hay mayor facilidad de engaño que la que se ejerce sobre aquellos cuyo juicio crítico, en base a una amplia cultura, no ha sido adecuadamente desarrollado… Lo dicho, para echarse a temblar…

lunes, 18 de julio de 2011

La confirmación que no tenía

Hace unos pocos años conocí a una persona que tenía epilepsia. Fui testigo de alguno de sus ataques y dialogué bastante con ella sobre la enfermedad que condicionaba su día a día desde la infancia. Recuerdo que una cosa que me chocó profundamente es que afirmaba que, cuando tenía un ataque, le tranquilizaba mucho que alguien cogiese su mano y le acariciase diciéndole palabras amables… Aquello se me quedó grabado como una duda razonable aunque nunca más hube de echar mano de ella… Hasta hace un par de meses, momento en que me tocó asistir a una persona que tenía un severo ataque de esos que ponen los pelos de punta y asustan al más templado… Me vi en tal tesitura junto con otra persona… Entre los dos hicimos lo que bien pudimos… Mi compañero aseguró que no se mordiera la lengua ni corriese otros riesgos y a mí, sorprendentemente, y juro que fue una respuesta instintiva, me salió coger su mano, acariciarla y tratar de decir palabras tranquilizadoras… Durante toda la crisis me pregunté si mi papel había servido para algo con una culpable sospecha de inutilidad. El otro asistente me miraba, mientras se afanaba con la boca del enfermo, como si viese a un loco –creo que todos lo hubiésemos hecho ¿no creen?… En definitiva, pasó el ataque y acompañamos a urgencias al susodicho… Tras dos horas de espera y atención pertinente apareció su familia que se hizo cargo de él… Por mi mente, según marchábamos se repetía, como un eco golpeando entre los riscos, la duda de si mi actuar había servido para algo; de si el caso de aquel conocido era único o les podía servir a todos los epilépticos… Salíamos casi por la puerta cuando oímos que nos llamaban. Los familiares de enfermo le acompañaban –salía por su propio pie y ya despejado-. Al llegar a nuestra altura, con un sincero gracias, alargó la mano y se la estrechó afectuosamente a mi compañero asistente. Luego se giró a mí, me miró a los ojos y me dio un abrazo… Profundamente sorprendido giré sobre mis talones y cada uno nos fuimos por nuestro lado… Creo que ese día obtuve la confirmación que no tenía…

jueves, 14 de julio de 2011

Se me ha casado Juanan

Pues sí, y que no se me enfade nadie por dedicar este artículo abiertamente cuando he podido no hacerlo en otras ocasiones similares… La verdad es que, por muchas razones, se lo debía a un buen amigo… Verán, Juanan es de esa buena gente que uno se encuentra muy de vez en cuando. Es palentino y ya se sabe que ellos, como dijo Santa Teresa: “son de la mejor pasta”. Pues bien, mi amigo cumple el papel a la perfección… A Juanan lo conocí cuando era un chavalillo de quince años, lleno de sueños e ilusiones, al igual que toda su pandilla… Ya apuntaba maneras de cabezota, lo cual ha confirmado la vida y el paso de los años, pero también de magnífico buscador, de buena gente, de constante comprometido con las causas en las que cree, del educador que hoy es, de… Desde entonces hasta hoy he tenido la suerte de compartir mucho con él, desde pinitos teatrales hasta charlas de profundidad, desde tareas diversas de todo tipo hasta compromisos reales que fue asumiendo en diversas etapas… Y ahora tengo la suerte de compartir su felicidad en un nuevo paso vital: su matrimonio… No ocultaré que su cara de “besugo enamorado” era un poema -lo cual es bueno, sin duda- y éso, además, indica la profundidad con la que vive las cosas esenciales… Y es que su hoy esposa, Cris, mujer guapa, cariñosa, sensible, comprometida, -con la que también he tenido la suerte de coincidir de cuando en cuando- es un hermoso remedo de su marido, como su marido lo es de ella… Entonces, uno tiende a pensar que Dios tiene que ver en estas cosas, en estos encuentros, en estos amores, en estos pasos de compartir vida… Así que ya ven ustedes, que estoy más contento que unas castañuelas y no por mi precisamente, sino por un buen amigo que se me ha casado y al que le debía estas líneas… Ya ven qué tontería: Se me ha casado Juanan…

Juanan, Cris, sed muy felices.

jueves, 7 de julio de 2011

El duende del Camino

No piensen ustedes que les voy a contar un cuento. No. De hecho mis pies y mis músculos atestiguan lo contrario… Verán: hace apenas un par de días regresé después de realizar el Camino de Santiago. Para ser exactos, los 115 últimos kilómetros del Camino francés. No era mi primera vez, sino la tercera, así que ustedes podrán pensar que nada nuevo había bajo el sol de tal vivencia para este menda que les habla. Craso error. El Camino siempre tiene algo nuevo, algo de descubrimiento, algo de… que no puede apenas definirse con palabras… El Camino se convierte en experiencia propia, individual, intrapersonal e inasible sino es desde dentro… Es la experiencia del peregrinaje físico –externo- que, les aseguro, no es un camino de rosas… El caminar se hace duro, las fuerzas llegan a abandonar, las heridas, dolores y rozaduras pretenden ganar la partida contra uno mismo… Pero ahí surge, milagroso, el afán de superación, de transgredir la adversidad y lanzarse hacia la meta soñada, intuida… Meta que al fin se alcanza desbordándose en una alegría difícil de explicar y que a muchos parecerá inaudita… El camino es ir siguiendo, confiado, esas flechas indicadoras una y otra vez, cruce a cruce, paso a paso, kilómetro a kilómetro… ¿No será, de algún modo, un trasunto de la propia vida, del camino propio?... Y el camino es la relación, la comunicación… En esta ocasión viví la experiencia con otras veinte personas, adolescentes y profesores que compartimos día a día en el Colegio. He de decir que la experiencia grupal ha sido magnífica. La relación inmejorable. El apoyo mutuo indescriptible… El camino se ha llenado de gestos, de un sencillo pero profundo estar al lado de, de sonrisas, de palabras apropiadas, del saber estar ahí… Si lo relacional es asombroso siempre, esta vez lo ha sido en demasía. Así que, permítanme, y contra mi costumbre, poner nombres propios y agradecer con todo el ansia debida a mis compañeros de viaje que lo hicieron inigualable: Ana, Sergio, Iván, Frank, Omar, Puli, Sara, Álvaro, René, Nagore, Carlos, Cova, Miguel, Humberto, Paula, Carmen, Alfonso, Iván, Amable y Rafa, que tuvo la magnífica idea de echar a rodar y hacer realidad este maravilloso “chiringuito”… A todos vosotros, compañeros de Camino: ¡Gracias! Todo se hace más fácil cuando alguien camina realmente a tu lado y eso lo habéis hecho realidad cada día… Sencillamente ¡Gracias!

Ojalá hubiesen ustedes visto las caras de todos al llegar a la Plaza del Obradoiro, es algo que guardaré como un tesoro en mi memoria de caminante… Esas caras, esas sonrisas, ese abrazo espontáneo, lo decían todo…

Y al final, envuelto en el rumor sordo de los pasos en mitad de unos rincones naturales plenos de belleza, oigo las palabra de todos al compartir el final de la experiencia: “el año que viene repetimos” porque, como decía alguien esa misma noche: “el camino tiene un no sé qué que no se puede explicar”… El camino tiene algo, tiene duende… el duende de la experiencia personal. El camino se convierte en encuentro con uno mismo –lo primero-, con otros, y tal vez con Dios –para el que lo viva así-. Pero se viva como se viva, el camino engancha, el camino tiene duende…

Ojalá el camino de la vida siga haciendo que nuestros caminos sigan cruzándose y que sigamos caminando detrás de las propias flechas, junto a un grupo que se ha consolidado como tal. Ojalá el año que viene retomemos el Camino de nuevo. Mientras, disfrutemos el camino del día a día y digámonos una vez más con una sonrisa, o con cara de no poder más: ¡Buen camino! Y ya de paso, que caminemos juntos, bastón en mano… Dejemos que el duende siga vivo. El duende del camino…