Por segunda vez en unos
meses tengo la suerte de disfrutar de una sesión de formación internacional en
la ciudad de Roma. Puedo asegurarles que me ha tocado la lotería y una bastante mejor que si fuera la de navidad. Y no
es por lo de Roma que ya veo a alguno sonriendo. No. La lotería va por otro
lado y creo que iré desglosándolo en varios artículos sucesivos. Comencemos:
Verán, en esta ocasión, como
en la anterior, convivimos unas sesenta personas de todos los puntos del
planeta. La variedad de razas, lenguas y culturas es asombrosa. Diríase que la
torre de Babel se hace presente en la realidad. Sin embargo, tal diversidad no
es un impedimento en modo alguno para cosas tan significativas como poder
comunicarse. Todos, con la mejor intención, chapurreando una palabra de este
idioma, otro del de más allá, gestualizando y usando idiomas básicos de
soporte, conseguimos tener una interesantísimas conversaciones que van mucho
más allá del “¿de dónde eres?” por poner un ejemplo. Entenderse es posible, siempre que se quiera. Demostrado…
En cuanto a lo cultural
puedo afirmar cosas muy parecidas. El enriquecimiento mutuo es tal, al
conocernos mejor en los rasgos más propios, que uno descubre un auténtico
tesoro del que aprender y que se debe guardar como un bien que nos hace crecer
en lo común y en lo propio. La cultura encerrada y absolutizada nos empobrece,
expuesta y compartida abre nuestras mentes y nuestros corazones…
Por último, en esta ocasión,
uno, que viene con su mochila propia llena de quejas razonables, se da cuenta,
al ver, escuchar y percibir en vivo lo que les sucede a otras personas a lo
largo del planeta, que no tiene de qué quejarse, ni mucho menos. Es más, uno se
calla y trata de apoyar al otro ante dificultades reales de calado hondo… Y uno
aprende a relativizar lo no importante, aunque nos empeñemos en creer que lo
es. Y se aprende a entender y a estar junto al que de verdad lo necesita, y no
vean cuánto… De pronto realidades de televisor y artículo de periódico se hacen
vivas ante los propios ojos, con su razones, sus sufrimientos, sus injusticias,
sus… Y el egoísmo victimista se escapa por algún poro desconocido para dejar
paso a las preguntas y tal vez a la acción de ser un poco más humano, de no
callar tanto, de mirar y entender de verdad, de acoger, de ayudar, de…
Ya ven, una auténtica
lotería que me ha tocado. Otro días les cuento un poco más…