No se engañen, no. No me voy
de vacaciones, aún, dejando desatendido el blog –que ya lo está bastante de
ordinario-. Tampoco voy a hablar de las molestias del negocio que cierra y al
que acudimos para adquirir algo. Como tampoco lo haré de la envidia que
despierta tal cita en los que aún estamos al pie del cañón, ansiando el asueto necesario.
En absoluto me referiré a otras jerigonzas propias del dichoso cartelito…
¿Entonces? Me dirán con asombro. Verán, desde que ha comenzado julio y su
calores, desde que se han cerrado algunos negocios y las escuelas, desde que
las piscinas han abierto y las playas se llenan, desde que los niños se han ido
al pueblo con tíos, primos y abuelos, desde que alguna que otra familia, que
aún puede, ha comenzado sus vacaciones, voy teniendo, al andar por la calle, ir
a la compra, al trabajar e incluso al ver la tele, la sensación de que cerramos
demasiadas cosas por vacaciones… No. No se me vayan ustedes por el lado que no
es -que cada cual imagine el suyo-…. El cierre por vacaciones afecta, tengo la
sensación, a cosas más esenciales: Nos dedicamos más tiempo a nosotros ¡Olé!
¡Estupendo y necesario! Todo parece cobrar una cara amable y placentera diluyendo
problemas y preocupaciones diarias ¡Cuánto lo necesitamos! Todo parece abierto
a la felicidad y aventura ¡Adelante! Pero ¿No cerraremos el chiringuito del
corazón? No el meloso enamoradizo, ése no. ¿No cerraremos el chiringuito de tener
en cuenta y ayudar a los demás, de estar pendiente de ellos, de ese
voluntariado que quizá hemos hecho varios meses, de esa visita a, de esa
conversación y sonrisa a la abuelilla del 2º, de ese condolernos al enterarnos
de ciertas noticias cercanas o lejanas, de ése…, de aquél…? A ese cerrado por
vacaciones me quería hoy referir. A ése que no debería tener vacaciones nunca
porque hay gente que no tiene vacaciones de su dolor, de su soledad, de su
pobreza, de su exclusión, de sus problemas, de su… No. No quiero fastidiarles
nada. No quiero ser aguafiestas –creo no serlo-. Simplemente creo que no podemos
permitirnos el lujo de cerrar nuestro corazón por vacaciones. Al menos deberíamos
“recordar” ciertas cosas –re-cordar que etimológicamente significa,
curiosamente, “volver a pasar por el corazón”- evitando, así, abulias y
agnosias que se nos pegan indebidamente a la piel del interior... Volver a pasar por el corazón… Y hacerlo porque
está abierto 24h. al día y 365 días al año… Hay cosas que, perdónenme, pero no
deberían tener vacaciones nunca, aun estando nosotros de vacaciones. ¡Curioso
contrasentido!
martes, 9 de julio de 2013
lunes, 8 de julio de 2013
De planetas, exoplanetas y sus habitantes
Hace unos días vi un vídeo que me hizo reflexionar y me dejó el cuerpo algo
desazonado… Hoy les traigo ese vídeo al blog. Como leve introducción les
propongo que miren con ojos críticos hacia nuestra sociedad donde,
aunque pensemos que no, quizá todo esté más que programado y tal hecho nos
convierta en autómatas, en un cierto sentido… Como segundo punto me dejo llevar
por la querencia de educador y les propongo mirar a nuestra escuela: ¿No será
la historia una buena metáfora de nuestro sistema educativo? ¿No estaremos
lanzando a exoplanetas externos a la escuela a todos aquellos que no cumplen el
patrón esperable y quizá tengan infinitas posibilidades en puntos concretos –por
supuesto, también dentro de la escuela-? ¿No nos estaremos olvidando de educar
en aspectos esenciales por mor de cerrarnos a determinados rigorismos conceptuales
y de procedimiento estándar que justificamos por imposición de ley? ¿No estaremos
anclados en una escuela aún decimonónica? ¿No…? ¿Y nuestros niños, mientras
tanto...?
Ahí se lo dejo a su juicio y
a las preguntas que tal vez les surjan a ustedes mismos…
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