Pongamos que te vas al super a
hacer la compra… De pronto descubres que junto a las galletas que andas
buscando se han instalado los productos necesarios para el haloween que en el
anterior post ya comentábamos. E ¡Increíble! De pronto sufres un fuerte choque
que te hace perder la noción del tiempo y no sabes, entonces, si debes
disfrazarte de zombie, comprar las chuches para los niños del vecindario o
coger la zambomba y ponerte a cantar, polvorón en boca, aquello de veinticinco
de diciembre, fun, fun, fun… Ante tal shock olvidas las galletas, la fruta y
los yogures a por los que habías bajado y vuelves a casa con espumillón
abundante, chuches de toda especie, pintura de maquillaje para pintarte de muerto
viviente y un par de tabletas de turrón del duro que le gusta a tu suegra (no
vaya a ser que aparezca de pronto)… Entras corriendo por el pasillo en un
estado semi-histérico. Dejas las bolsas sobre la mesa de la cocina. Te golpeas
la rodilla contra la maldita silla de siempre. Cojeando entras en el cuarto en
que tienes el calendario de la carnicería del barrio y compruebas que estamos a
final de octubre… Vuelves a la realidad en un micro-segundo. Tras unos minutos
boqui-abierto sin capacidad para moverte vuelves, derrotado, a la cocina con esa
cara de memo de las grandes ocasiones. Abres las bolsas. Coges el espumillón
como si fuera una aparición milagrosa tras teletransportación galáctica. Lo
miras sin comprender y maquinalmente lo dejas aparcado para bajarlo al trastero
un día de éstos… Sacas el turrón. Vas y vienes con él en la mano abriendo armario
tras armario para colocarlo en el mejor lugar posible para que repose sus dos
mesecitos. Por fin decides dejarlo detrás de los botes de las legumbres y las
sopas… Te entra hambre por el disgusto y abres el frigorífico para coger un
yogur pero… ¡Carajo! ¡Si no los subí! Te preparas, a cambio, un cola-cao
calentito y al ir a buscar unas galletitas descubres que no tienes… (Por eso
bajaste al super, so tonto)… Cola-cao aparcado en fregadero. Al darte cuenta
que tampoco tienes fruta te entra una depre del quince… A punto de llorar coges
las pinturas de maquillaje que están en la bolsa de la compra. Te pintas ante
el espejo del baño partiéndote de risa como un estúpido. Coges esa camisa vieja
que todos tenemos y la desgarras atrozmente cual si fuera un disfraz perfecto.
Te la instalas encima pringándola bien de pintura roja. Te miras satisfecho
pero parece faltar algún detalle. Te acuerdas del espumillón. Lo coges y te
haces una coronita horteroide que luce en tu cabeza. Luego pillas el turrón
duro y le pegas un buen mordisco mientras sostienes en la otra mano la navideña
botella de champán que dudas si abrir o hacerlo, en su lugar, con la de halloweenero
ron para hacerte un buen cubata… En cualquier caso pones la música a tope y
bailas como un poseso en el salón mientras la vecina de abajo golpea con la
escoba en su techo para que te moderes… Y te planteas, en trance, lo que decía
mi amigo Javier en uno de sus últimos tweets: “Estoy
confuso. En estanterías vecinas del supermercado conviven las chuches del
halloween y los turrones; los espumillones y los disfraces.”
Pues ya lo saben. Si van al super
estos días, tengan cuidado…