Cada
vez que escuchamos esta expresión castiza nos echamos a temblar pensando en
desmanes, altercados y algarabías insanas. Sin embargo hoy, en este post, usaré
la expresión en su sentido más pleno y estricto. Es época, aunque cada vez se
haga menos, de armar el Belén, esa representación en miniatura del misterio del
nacimiento de Jesús. Tradición inaugurada por San Francisco de Asís, allá por
el 1223, extendida posteriormente por Italia y arraigada en España desde el
enlace directo de las tierras Napolitanas, largo tiempo territorio hispano.
Reconozco, aunque no lo practico, una cierta querencia por esta costumbre que
se me antoja entrañable por lo que suele tener de familiar, especialmente para
los más pequeños. No. No ceran que voy a hacer un alegato en favor de la
costumbre, en sí, o costumbres adyacentes. No se trata de eso. Se trata de que
se está armando un buen belén…
Verán,
hace algo más de quince días me encontré con dos jovenzuelos de ochenta y tres y
ochenta y cuatro años que, con sus achaques, sus cachavas, y algún que otro
problema de movilidad e impedimento, cargaban como podían con unos tablones.
Divertido les pregunté por su fin, mientras les ofrecía mi ayuda. Me miraron
con esos ojos ilusionados que podemos encontrar en tantos niños y jóvenes
soñadores y me dijeron con auténtica pasión y como lo más natural del mundo:
“Vamos a montar el belén”. Y vaya si lo están montando… Prácticamente todos los
días me acerco un rato a ver el proceso y hablar con ellos. La extensión es
significativa, el sistema eléctrico e hidráulico complejo, la creación de los
suelos y montes de lo más original y artístico… Y ahí te los encuentras, en una
especie de locura creativa y rozando lo insensato: Uno debajo de las mesas,
encogido, pelando y empalmando cables y tubos, el otro sobre la escalera o de
rodillas encima de un tablón… A cualquiera se nos pasa por la cabeza el pensar
que se pueden hacer daño, aumentar algún problema de salud, pero es tal su
ilusión, la alegría contagiosa que desprenden que se les ve revitalizados por
mucho que lleguen a la tarde-noche hechos una piltrafa… Cada vez les va
quedando menos, pero aún les queda, y mucho…
La
verdad es que no sé si les quedará bonito. Sospecho que sí, por lo que voy
viendo. Pero creo que eso es lo de menos. Estos dos jovenzuelos de la
tercerísima edad están armando un buen belén con su mismo hacer, mientras
montan el belén. Y lo hacen del modo más bonito que se pude hacer: Pensando en
los que lo van a ver y disfrutar y con toda la ilusión por presentarse al
concurso de belenes familiares de la ciudad… Dichoso belén. Dichosos armar el
belén. En el sentido más pleno de la palabra dicha. Y es que estos abuelos me
están contagiando con su entusiasmo y éso, no tiene precio. Ojalá pudieran
verlos por un agujerito… Disfrutarían tanto como yo y seguro que se contagiaban
de un gozo e ilusión que no se frena y se reparte…
Dos
abueletes rejuvenecidos, bien dispuestos, con ganas, con pasión… Dos
jovenzuelos de edad avanzada de lo más creativos que arman un buen belén.
Estaría bien que se armasen muchos belenes de éstos y nos contagiasen un
poquito cada día a todos los de alrededor. ¿No creen? Pues van por ellos estas
líneas. Ya les invitaré a ver el resultado, aunque sea lo de menos…
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