jueves, 12 de diciembre de 2013

Se armó el belén



Cada vez que escuchamos esta expresión castiza nos echamos a temblar pensando en desmanes, altercados y algarabías insanas. Sin embargo hoy, en este post, usaré la expresión en su sentido más pleno y estricto. Es época, aunque cada vez se haga menos, de armar el Belén, esa representación en miniatura del misterio del nacimiento de Jesús. Tradición inaugurada por San Francisco de Asís, allá por el 1223, extendida posteriormente por Italia y arraigada en España desde el enlace directo de las tierras Napolitanas, largo tiempo territorio hispano. Reconozco, aunque no lo practico, una cierta querencia por esta costumbre que se me antoja entrañable por lo que suele tener de familiar, especialmente para los más pequeños. No. No ceran que voy a hacer un alegato en favor de la costumbre, en sí, o costumbres adyacentes. No se trata de eso. Se trata de que se está armando un buen belén…

Verán, hace algo más de quince días me encontré con dos jovenzuelos de ochenta y tres y ochenta y cuatro años que, con sus achaques, sus cachavas, y algún que otro problema de movilidad e impedimento, cargaban como podían con unos tablones. Divertido les pregunté por su fin, mientras les ofrecía mi ayuda. Me miraron con esos ojos ilusionados que podemos encontrar en tantos niños y jóvenes soñadores y me dijeron con auténtica pasión y como lo más natural del mundo: “Vamos a montar el belén”. Y vaya si lo están montando… Prácticamente todos los días me acerco un rato a ver el proceso y hablar con ellos. La extensión es significativa, el sistema eléctrico e hidráulico complejo, la creación de los suelos y montes de lo más original y artístico… Y ahí te los encuentras, en una especie de locura creativa y rozando lo insensato: Uno debajo de las mesas, encogido, pelando y empalmando cables y tubos, el otro sobre la escalera o de rodillas encima de un tablón… A cualquiera se nos pasa por la cabeza el pensar que se pueden hacer daño, aumentar algún problema de salud, pero es tal su ilusión, la alegría contagiosa que desprenden que se les ve revitalizados por mucho que lleguen a la tarde-noche hechos una piltrafa… Cada vez les va quedando menos, pero aún les queda, y mucho…

La verdad es que no sé si les quedará bonito. Sospecho que sí, por lo que voy viendo. Pero creo que eso es lo de menos. Estos dos jovenzuelos de la tercerísima edad están armando un buen belén con su mismo hacer, mientras montan el belén. Y lo hacen del modo más bonito que se pude hacer: Pensando en los que lo van a ver y disfrutar y con toda la ilusión por presentarse al concurso de belenes familiares de la ciudad… Dichoso belén. Dichosos armar el belén. En el sentido más pleno de la palabra dicha. Y es que estos abuelos me están contagiando con su entusiasmo y éso, no tiene precio. Ojalá pudieran verlos por un agujerito… Disfrutarían tanto como yo y seguro que se contagiaban de un gozo e ilusión que no se frena y se reparte…

Dos abueletes rejuvenecidos, bien dispuestos, con ganas, con pasión… Dos jovenzuelos de edad avanzada de lo más creativos que arman un buen belén. Estaría bien que se armasen muchos belenes de éstos y nos contagiasen un poquito cada día a todos los de alrededor. ¿No creen? Pues van por ellos estas líneas. Ya les invitaré a ver el resultado, aunque sea lo de menos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario