martes, 23 de abril de 2013

De nacionalismo y otros jaleos



Señores, hoy es veintitrés de abril, día de Castilla y León, día de recuerdo de la revuelta comunera… Hoy ante todos me declaro públicamente nacionalista castellano. Cierren la boca, por favor, sobre todo los que me conocen bien. No. No me he vuelto loco. Ahora, entiendo su sorpresa y creo que necesitaré matizar algunos términos… Vamos con ello:


La vida ha querido que viviese en tierras gallegas, cántabras y asturianas, entre otras. En mis años galaicos dije cientos de veces que junto a ellos –Gallegos- y gracias a ellos me hice nacionalista castellano. Y me hice no por llevar la contraria, no por rebote, no por politicismo independentista, no por… Me hice nacionalista por pura envidia. Sí, como lo oyen. Por pura y dura envidia… Envidia acrecentada en Cantabria y más tarde en Asturias. Envidia de sentir lo propio con una fuerza increíble, de amar lo suyo, de valorarlo en su medida y tratar de contagiarlo no con la imposición, sino con el roce y el disfrute compartido. He de decir que me encanta chapurrear el poco gallego que aprendí, esa lengua “agarimosa”, que me encanta su música de raíz profundamente céltica, que se me escapan de cuando en cuando expresiones cántabras y asturianas sin venir a cuento, que adoro su verde, su paisaje y que me enamoran algunas de sus costumbres norteñas… Definitivamente, me hice nacionalista castellano por pura envidia… Y no saben lo que agradezco a mis hermanos gallegos, cántabros y asturianos su empujón…


Esténse todos tranquilos. No creo que me vean, pendón en mano, gritar desaforado eso de “Castilla entera se siente comunera” pidiendo la autodeterminación del pueblo castellano ni la reposición de las injurias históricas que se han dado contra el pueblo castellano, ni... No. Cuando hablo de nacionalismo –mal término que uso con ironía, por supuesto- hablo de algo bien distinto… Hablo de ese sentimiento de tierra propia, de costumbre propia, de valorar en lo hondo y sentir las raíces que la historia y las buenas gentes que nos precedieron nos fueron dejando poco a poco… Hablo de sentir, de disfrutar de lo propio no como algo opuesto a otros, excluyente, impositivo, sino como algo complementario, enriquecedor para todos, algo a compartir y a contagiar para dejarse contagiar de lo bueno de otros… 


Así que ya ven, déjenme reivindicar lo propio, vivirlo y sentirlo como valioso y déjenme hacerlo de la mano de cualquier otro que sienta lo suyo del mismo modo porque juntos disfrutaremos de lo de unos y de lo de otros y nos valoraremos como debemos. Creo que esa es la esencia que va en nuestro ser de castellanos y que es base del nacionalismo que reivindico y en el que milito. Claro que, se confundirá definitivamente alguno cuando diga que soy nacionalista del mundo y de la tierra y creo en la defensa de cada hombre, especialmente de los que nadie defiende ante la injusticia. Y miren que ahí admiro a nuestros comuneros… No bizquéen ni tuerzan la cara en ese gesto de incomprensión, hombre, que me acongojan…


Ya ven, a estas alturas y nacionalista castellano. ¿Dónde vamos a ir a parar? Si hasta yo me echo las manos a la cabeza...


En fin, les dejo para terminar con una preciosa canción castellana del grupo orégano, fíjense en la letra que no tiene desperdicio: 


“Con el pasar del tiempo parece que se ha olvidado
que lo nuestro es lo nuestro, que somos castellanos
con la cara en el viento y el trabajo en las manos.
SOMOS, SOMOS CASTELLANOS.


No somos un pueblo que oprime: solo oprimen los tiranos,
y los tiranos son pocos; son muchos los hermanos
de otras tierras que luchan, de otros Países de al lado.
SOMOS, SOMOS CASTELLANOS.


Tenemos la misma historia y un folclore de mil años;
nos unen los problemas, y también solucionarlos.
¡Que sea nuestra bandera un pendón puesto en lo alto!
SOMOS, SOMOS CASTELLANOS.


Castilla no es la siega, ni los prados, ni los campos.
Castilla no es el centro, ni es el trigo, ni el manzano.
Castilla son los hombres, los hombres castellanos.
SOMOS, SOMOS CASTELLANOS.




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