Ayer tuve
el inmenso honor de disfrutar de la invitación del Grupo Literario
Brisadelirios a participar en su “Iter Litterarium Salmanticensis”, o lo que es
lo mismo, un extenso y medido itinerario por Salamanca de la mano de autores y
textos literarios de toda época. La experiencia fue magnífica. Todos pudimos
gustar de buena literatura, de rincones asociados a la misma y a nuestra
historia más profunda, porque, debajo de lo literario hay vida, mundo,
sociedad, vivencias colectivas y personales que se reflejan y nos abren la
puerta al contacto con otras almas que ya hicieron su camino y nos dejaron su
mejor legado… Ya ven, evento para disfrutar como lo es cada libro que abrimos y
paladeamos con el gusto del alma… Cuánto más caminando bajo un precioso sol de
primavera y en un entorno idílico como el de Salmantica…
Permítanme,
con todo, ir un poco más allá; salirme del guión expuesto en el hecho puntual
de ayer. Vivimos en una época de prisa. No tenemos tiempo para casi nada. Todo
lo consumimos en pequeñas dosis apresuradas revestidas de tecnología, en la
mayoría de los casos: información, noticias, conversaciones, intercambios
sociales, música, lectura… ¿Dónde queda aquel inmenso placer de dedicar una
tarde hermosa a dejarse llevar por las páginas de un libro –impreso, todo hay
que decirlo-, a navegar por su ficción haciéndose partícipe de sentimientos,
miedos, dudas, alegrías?… Casi parece ciencia-ficción pretérita… Pues ahí
radica el quid de este pequeño artículo. En este mundo de prisa, donde
encontrarse con alguien que hable con sentido de literatura, de cultura, de
historia; con alguien que se pare a leer y a conversar sobre lectura, autores,
épocas; con alguien que trate de comprender el propio mundo desde la vivencia
de otros en otros mundos que existieron; con alguien que se siente a compartir
un texto por el mero placer de degustar sensaciones que provoca, reflexiones
que genera; con alguien que pierde su precioso tiempo en algo tan inmaterial y
poco productivo –supuestamente- como es la literatura; con alguien que a buen
seguro será mal mirado y tachado de flipao, friki, tal vez reaccionario por parte
de muchos; con alguien que… Parece una absoluta mentira burlesca encontrarse
con gente que no solo se enorgullece de todo lo anterior, mire quien mire y
digan lo que digan, sino que se autodefine referencialmente como grupo
literario creado con tales fines. Gente de diversas edades, pero
fundamentalmente de una ya madura juventud. Gente simplemente convencida. Y no
crean que se trata de un grupúsculo de vagos y maleantes con todo el tiempo del
mundo para la bohemia. No. Son gente cuyo tiempo es muy justo para casi todo,
gente altamente responsable en sus diversos campos que buscan dar lo máximo de
sí. Gente, en definitiva, sin tiempo real para estos “chiringuitos”. Ahí está
el maravilloso milagro en el que ayer me vi envuelto y del que me hicieron
partícipe. Un milagro que no he querido dejar de compartir con ustedes con el
fin de dar el merecidísimo aplauso a este grupo literario y a otros que, como
ellos, a buen seguro existirán, envueltos en un consciente y electo anonimato.
Por Brisadelirios, por otros grupos
semejantes desconocidos y sus iniciativas: ¡Bravo!
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