viernes, 30 de diciembre de 2011

Se acaba un año...

Se nos acaba un año… Hoy y mañana, al igual que los próximos días, enhebraremos la retahíla consabida de felicitaciones y buenos deseos, lo cual no está mal siempre que sean deseos de verdad y no formulismos vacíos de contenido… Hoy y mañana también dejaremos escapar, a buen seguro, aquello de “que se vaya de una vez” ”vaya un añito desastroso” y exquisiteces semejantes no exentas de cierta razón… Pues bien, les invito a respirar un momento y mirar hacia atrás con cierta paz y sosiego… Seguramente han sido muchos los motivos que han hecho que el ya casi extinto 2011 haya sido un año para echarse a temblar pero, por favor, lean entre líneas. Rebusquen los abrazos, sonrisas, momentos de alegría, las satisfacciones, lo mucho recibido y aprendido incluso de lo negativo… No. No lo dejen tan pronto. Sigan rebuscando y no pongan esa cara de “venga ya… no te quedes con nosotros”… Rebusquen ustedes…

Cuando llegó el momento de la cosecha una familia se acercó a sus campos. Habían pasado muchos meses trabajando sin descanso: arar la tierra y prepararla, sembrar la semilla, limpiar la tierra de cuando en cuando… Meses de desvelos, esfuerzos y esperanzas… Las heladas prolongadas habían acabado con parte del cereal naciente… Las lluvias excesivas de primavera habían conseguido que se pudriera parte de la cosecha… La cosa no pintaba bien pero aún había espigas que ya granaban… Por fin, un pedrisco veraniego arrasó casi al completo la cosecha… La familia al borde de su terreno contemplaba estupefacta el desolador panorama… Todo el esfuerzo no había valido para nada y tal como estaban los tiempos… Los lamentos se multiplicaban entre juramentos al cielo del duro agricultor y lágrimas amargas de su mujer que acariciaba a sus hijos… Cuando el silencio se hizo denso y angustioso suspendido de las miradas incrédulas hacia el terreno arruinado se elevó segura la voz del hijo más pequeño: “Papá, mamá, no os preocupéis. ¿No habéis visto la cantidad de flores que han salido en nuestro campo? Son preciosas. A lo mejor les gustan a todos…” Sin apenas haber terminado de decirlo se metió en la tierra y comenzó a recoger aquellas hermosas flores. Lo hacía con un cuidado extremo para su pequeña edad y las iba clasificando en montoncitos de flores semejantes. Mientras lo hacía cantaba una alegre melodía. Sus hermanos, un poco más mayores que él, comenzaron a reírse y se metieron a la tierra a ayudar a su hermano. Pronto los tres reían y cantaban a pleno pulmón. Finalmente los padres, tras mirarse entre sí, dieron el paso hacia la tierra y se unieron a la labor. Dicen en el pueblo que aquel día aquella familia vendió y regaló un montón de flores contagiando una gran alegría a todos. Y cuentan las crónicas del lugar que guardaron y compraron semillas de todo tipo de flores que plantaron en algunos de sus campos y en los de los demás…

Ya ven ustedes… Encuentren las flores, que las hay y disfruten de ellas. Y miren el nuevo año, que se nos da, como oportunidad de sembrar flores, muchas... Que heladas, lluvias y pedriscos habrá seguro –es la vida- pero nunca debemos olvidar al niño haciéndonos encontrar las flores y el sentido de las mismas...

Queridos amigos: Feliz año nuevo lleno de flores de todos y para todos…

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