lunes, 18 de febrero de 2013

Necesitamos ESPERANZA



No sé a ustedes pero a mí, cada vez que leo un periódico, veo o escucho noticias, se me ponen los pelos de punta y me da la sensación que una oscura nube se instala sobre la existencia propia y la de mis convecinos. Si hasta parece que nos cuesta sonreír… Que la cosa no está fácil no hay que dudarlo. Que la crisis se ceba con todos, es un hecho. Que la indignación sube a nuestras gargantas ante tanto malnacido de mano larga y de honradez cuanto menos dudosa que dice gobernarnos o pretenderlo, una constatación de libro… Todo parece derrumbarse sin remedio como un gran castillo de naipes construido por un niño y sometido al azaroso capricho del viento. Hace unos días, alguien me pasó un precioso artículo de prensa de un Catedrático de Historia Contemporánea creo que de la Universidad de Valladolid, digo creo porque desgraciadamente perdí el artículo y no he hallado su referencia. Pues bien, en él venía a exponer el profesor su tesis de que estamos llegando al fin de un momento histórico forjado hace dos siglos. Todas las instituciones y soportes básicos están cayendo uno tras otro de modo irremisible abocándonos al caos que todo final supone y que lleva en sí la semilla de lo nuevo, de algún modo… Mi pequeña perspectiva no llega para juzgar tan a fondo pero reconozco que me hizo pensar y me pareció lógico en su argumentación. Sea como fuere, la sombra del caos, del descontento, de la desesperación se cierne sobre todos, como cuando ves venir la tormenta en descampado sin lugar posible de resguardo… Uno se encoge y mira entre admirado y profundamente acongojado dispuesto a verlas venir y valorando hasta dónde puede hacer algo o no… Y se nos pasan las ganas de reír, de sonreír, del sano bromear de nuestra esencia…

Hay quien propone que debemos revelarnos, tomar las riendas del chiringuito éste y dar el callo… Pudiera ser pero no entro en tal extremo. De lo que sí estoy seguro es que necesitamos esperanza, mejor, ESPERANZA, así, con las mayúsculas de toda la vida que indican que algo es importante. Necesitamos ESPERANZA… No, no me refiero a la esperanza utópica de ideologías, espiritualidades y excursos de tinte intelectual –que también-. Me refiero a la esperanza de andar por casa. La de la señora María y el señor Pedro, la del Toñín y la Laurita… La esperanza del me hace falta sal, llamo a tu puerta y me dejas un poco. La de yo te ayudo y mañana Dios dirá si igual necesito tu ayuda. La del pese al coñazo que es el vecino del quinto, hago el esfuerzo por sonreírle un poco y hablar del tiempo en el ascensor. La del gracias al maestro al acabar el curso de mis niños. La del ceder el asiento en el autobús a doña Teresa que no puede con sus piernas y con su edad. La del… Necesitamos esa esperanza. La de hacer que cada día este estercolero sombrío sea un patio andaluz, o castellano con su cal, su sol y sus geranios aunque la lluvia nos agüe la fiesta de cuando en cuando y aunque leyendo el periódico nos desesperemos y aunque los chorizos crezcan con los problemas, y no los de matanza precisamente… Necesitamos ESPERANZA, tan grande y tan pequeña. Y no nos va a caer del cielo, ni nos va a venir de los dirigentes, políticos y demás lugares lejanos, porque la esperanza nos sale del corazón, oiga… Y si no nos sale, mal asunto. Entonces la cosa es más grave de lo que sospechamos y entonces sí se cae todo haciendo sombra cainítica. Necesitamos ESPERANZA pero hemos de construirla  desde abajo, desde lo pequeño, cada uno. ¿Se suma al reto?

No sé si es una gran solución. Tal vez lo sea. Pero mientras tanto, venga lo que venga, iremos tirando con un par de sonrisas en los labios y con alguna que otra mano alrededor para sostenernos. Y tal vez, por qué no, vayamos construyendo un sistema nuevo, algo que nos valga un poco más a todos… Esperanza…

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