domingo, 2 de diciembre de 2012

Ubi sunt?



En los últimos días se han otorgado diversos galardones significativos del mundo de las letras. Han sido y son noticia fugaz en prensa lo cual nos hace pensar en su relevancia para el común de los mortales… Perdónenme ustedes, debe ser que al ser “del gremio” -aunque a un nivel paupérrimo- a uno le duelen de especial modo estas cosas… Permítanme que hoy, entre los premiados, me refiera a uno en concreto: D. Francisco Rodríguez Adrados, Premio Nacional de las Letras, filólogo, helenista y académico de la Lengua y de la Historia… Un Humanista en toda regla… 

Confieso que cuando leí la noticia me puse metafóricamente en pie y aplaudí a rabiar hasta la extenuación. Ya era hora, me dije, que en el erial pragmatista que atravesamos, alguien deje una piedra de señalización en el camino que al menos nos haga pensar… 

En los últimos tiempos las letras y más las clásicas, han sufrido un curioso ataque selectivo que ha ido mermando su posición natural. Prácticamente han desaparecido de nuestro sistema educativo y, su presencia, minoritaria y anecdótica, se convierte muchas veces en una suerte de descafeinado de achicoria que pretende ser café… Perdónenme pero el aguachirli no podrá ser nunca un buen café… ¿No creen? La condena se radicaliza con las pretensiones que, a modo de globo sonda, deja entrever la enésima reforma educativa: Que los centros puedan especializarse y ofertar asignaturas según conveniencia y supongo que demanda. En resumen: Humanidades, especialmente letras clásicas, llevan el camino de una muerte anunciada y que nos va a dejar huérfanos y mucho, más de lo que la pragmática actual pueda suponer, créanme… Sin raíces no somos nada. Sin su conocimiento nos quedamos vacíos, hueros de sentido y referencias necesarias. Sin su magistral lógica perdemos la perspectiva de nuestro propio idioma y su urdimbre, de las bases de todo lenguaje científico y, me atrevo a decir, modo de pensamiento… Las letras son profundamente lógicas y profundamente humanas y encierran en sí el humus esencial del que venimos vitalmente, así como el de toda disciplina científica y humanista… Sé que muchos de ustedes me leerán con escepticismo y hasta con una sonrisa cargada de sorna… Se la admito contrarrestada con la mía propia. Con esa sonrisa de profesor de lengua y latín que sabe de lo que habla… No pretendo convencerles tan solo hacerles pensar una vez más al amparo de ése gran profesor que es D. Francisco Rodríguez Adrados y algunas de sus declaraciones con las que comulgo en plenitud y que les dejo en dos enlaces de las diversas noticias publicadas estos días… Permítanse unos minutos de lectura y, de paso, de reflexión… Y mientras tanto entono con Catón el Viejo –según la tradición-: “Ceterum censeo Carthaginem esse delendam”


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