Hace unos días me dejé caer
por el cine para disfrutar de una película que, pese a la abundante crítica
favorable y propagandística, realmente merece la pena: The Artist. Película
muda al estilo de los clásicos que pretende reflejar e imitar. Impecable papel
de los protagonistas, especialmente del masculino. Una imagen cuidada en su
blanco y negro original. Una buena administración de los tempos narrativos
claros y marcados. Una buena banda sonora que refuerza la narratividad y
emotividad transmitida por la imagen… Pensarán que sé de cine. No. Nada más
lejos de la realidad… Seguro que algún lector ducho en la materia cinéfila
habrá carcajeado a mandíbula batiente ante las líneas precedentes que muestran
tan tamaño atrevimiento de un profano…
Les transmito, pues, impresiones de
neófito.
Dejemos tal hilo de la
madeja y dirijámonos a lo que importa: La película, que aparentemente es
inocente, transmite algunos guiños interesantes o al menos a mi me hizo pensar
-¡Qué tontería!…
En primer lugar, en un mundo
como el nuestro, donde la prisa lo es todo, donde la abundancia de
comunicaciones y medios tecnológicos para ella, donde la palabra sobreabunda en
información que se consume, tanto en lo social como en la interacción
individual, nos llega una película en la que hay que mirar, hay que fijarse,
hay que dar valor al gesto marcado, a las miradas, a las sonrisas, a los
cambios gestuales de cara y cuerpo que se engrandecen para compensar la falta
de palabra. Y el milagro de la comunicación se da. El mundo emotivo se vierte a
borbotones emanado precisamente de esos gestos y de una música perfectamente
ensamblada… La gestualidad que –quizá- nos perdemos en el día a día, que no
aprovechamos en todo su potencial comunicativo tal vez por ese no darnos cuenta
de ella, tal vez porque no es tecnología o porque no tenemos tiempo o porque no
es quién sabe qué… La gestualidad que deberíamos recuperar, que deberíamos
saber leer, que deberíamos… Y las emociones que nos hacen vibrar, con su música
de tan diferente tipo... Como en la película, mucho de lo que somos y vivimos
son emociones, sentimientos que pasan por el corazón y la mente. ¡Cuánto de
nuestra vida responde a las emociones! Y aun siendo importantes, apenas las
expresamos… No lo hacemos, muchas veces,
porque nadie nos enseñó a hacerlo de modo adecuado, o a valorarlas, o a
encajarlas de modo preciso e incluso manejarlas. Quizá la imposición social
–real o ficticia- se ha encargado de cercenar tan limpio y esencial caudal que
mueve la vida… Afortunadamente, y saliéndonos del hilo del post, la
inteligencia emocional cobra vigencia, peso y definición…
La película, por otro lado,
muestra algo que cada día es más necesario en el convulso mundo de crisis que
vivimos. La capacidad de adaptarnos, de saber encauzar nuestras mismas
cualidades en modos diversos, superando miedos, orgullos personales, tal vez
inseguridades… Quedarse anclado en lo de siempre, aunque nos haya funcionado a
la perfección y nos haya encumbrado en nuestro ego personal y social, puede ser
la mejor forma de quedarse atrás, de perder validez, de perder oportunidades
buenas para todos. En cierto modo me recordó a un cuentecillo muy interesante,
publicado hace unos años, titulado: “¿Quién se ha llevado mi queso?” –que
recomiendo a ustedes-. Saber adaptarse…
Descubrir que las cualidades que cada uno atesoramos lo son, pero son,
seguramente, más amplias de lo que creemos. Tienen variantes que nos permiten
abrir nuevos caminos, andar nuevas sendas… No se trata de envidiar lo que otros
tienen, lo que otros logran, lo que otros descubren. Se trata, desde las
propias potencialidades, de dar un paso más, un paso nuevo y valioso que nos
abre al abanico de las oportunidades de la vida. Negarnos esa posibilidad es
también negársela a los que se enriquecerán con ella a nuestro alrededor…
Por último, quizá
relacionado con el mundo emocional arriba suscrito, podemos encontrar la
necesidad de ser capaz de comunicar lo que se piensa, lo que se siente, lo que
uno guarda por dentro… Muchas situaciones saldrían favorecidas si hablásemos
con una diáfana claridad que permitiese el sano contraste, la interacción
profunda y necesaria en todo tipo de relaciones: profesionales y personales…
Porque, desgraciadamente, cada vez hemos perdido más esa capacidad, en aras,
curiosamente, de los derechos personales engrandecidos a una escala
inimaginable, pero eso es otro tema que quizá algún día se aborde en este
humilde blog.
Ya ven, cine mudo inicuo y
sin sustancia que sirve de sano entretenimiento quizá para no pensar… Cine a imitación y ambientado en los años
veinte, curiosamente, reflejando uno de los cracks, de las crisis más
importantes del siglo pasado, que tantas consecuencias tuvo… No caigamos en
aquello que mi amigo Javier Palacios, filósofo, bien enseña a sus alumnos: Aquello
del eterno retorno. Pero tampoco dejemos de mirar al espejo de la historia y de
las historias, reales o ficcionales. Y mientras, por qué no, vayamos a
entretenernos al cine para no pensar, aunque con los precios que tiene es para
pensárselo. En todo caso, siempre nos quedará el fútbol en televisión ¿No
creen?
Por alusiones...
ResponderEliminarhttp://reflexionesquijotescas.blogspot.com.es/2012/03/cine-mudo-y-cine-en-silencio.html
Gracias por la entrada, tocas muchos de los temas que últimamente me interesan. Un abrazo