Hace unos días escuché a alguien
hablar desde la sabiduría del pueblo y del pueblo agrícola. La metáfora, bien
traída al asunto que se presentaba, llamó profundamente mi atención de inculto
urbanita hasta el punto de haberme hecho pensar desde entonces… Todo agricultor sabe, argüía, que tras la
cosecha debe remover toda la tierra y hacerlo de modo especial cada equis años.
Perdóneseme si equivoco algún término o detalle. De ese hecho depende que la
tierra se oxigene, cobre nueva vida, se mueva, se plenifique preparándose así
para la siguiente y futura siembra Dios sabe de qué… Aparentemente la tierra
pierde su uniformidad, su forma asentada y casi normalizada. Esa forma con la
que nos habíamos acostumbrado a verla durante meses. No solo se mueve la superficie,
sino que el arado saca la tierra que quedaba debajo a la superficie y, tal vez,
viceversa… Todo se descoloca. Todo cambia. Todo, en unas horas, deja de ser
como era, aparentemente… Es así pero la tierra sigue siendo la misma aunque de
otro modo… luego el tiempo. La oxigenación. El remover necesario asentado en
nuevo momento de la tierra, más productivo y eficaz –al menos aparentemente-
siempre que se den las necesarias condiciones externas. En cualquier caso la
tierra está descolocadamente lista en su nueva y necesaria colocación…
Ese sabio popular se refería
metafóricamente a una organización que también remueve su tierra para
oxigenarla hacia algo nuevo sin ser aún más que esperanza de cosecha. Paso
previo necesario y revivificador. Luego será la siembra. Las condiciones
externas e internas. Tantas cosas… Pero la tierra se ha removido y oxigenado…
Está lista y en proceso nuevo.
Si la metáfora vale para toda una
organización, cuánto no lo hará para cada uno de los mortales. ¡Cuánto miedo
nos da remover la tierra, la propia! ¡Cómo nos descoloca que se nos remueva de
tantos modos! ¡Cómo nos duele incluso! Perdemos las referencias, las
seguridades, las comodidades. Surgen los miedos. La inseguridad… Pero después
de una tiempo, más a menos largo, ¿Acaso no nos damos cuenta de la oxigenación
que supuso? ¿Acaso no nos hizo crecer, avanzar, lograr? ¿Acaso no…?
¡Qué sabiduría la de la tierra,
la del pueblo, la de la agricultura! La vida misma ¿No creen? Ojalá dejemos que
la tierra personal –al menos- se remueva. Luego esperemos activamente desde el
calor interior que impulsa y activa (y que todos tenemos dentro). Y no estaría
de más que tantas organizaciones, la misma sociedad, también se removiera un
poco o un mucho...
Necesitamos removernos y oxigenar.
Lo necesitamos para vivir. Cojamos el arado y manos a la obra…
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